.<\/span><\/p>\nEn los \u00faltimos a\u00f1os y como resultado de la lucha de los movimientos feministas [1]<\/sup>, la <\/span>b\u00fasqueda de la igualdad y equidad<\/b> entre varones y mujeres, as\u00ed como el reconocimiento de sus derechos, ha atravesado diversas esferas, desde lo p\u00fablico hasta lo privado. Aspectos que d\u00e1bamos por sentado y formas de <\/span>estructurar la vida<\/b> cotidiana a partir de <\/span>roles y estereotipos<\/b>, hoy, a diferencia de hace 20 a\u00f1os (tal vez menos), han tenido cambios impulsados por la visibilizaci\u00f3n de las mujeres en todo el espectro societal. Uno de ellos ha sido el lenguaje.<\/span><\/p>\nExisten varios te\u00f3ricos (parad\u00f3jicamente) que desde diversas disciplinas de las ciencias sociales y las humanidades han se\u00f1alado el peso que tiene el lenguaje en la manera en que las personas aprendemos a interpretar nuestra realidad, a significar nuestro entorno y dar sentido a nuestras relaciones[2]<\/sup>.<\/span><\/p>\nDesde el psicoan\u00e1lisis, Jacques Lacan hizo importantes se\u00f1alamientos de la funci\u00f3n que tiene el lenguaje en la forma en la que tiene el ser humano de estructurar su realidad. Para \u00e9l: \u201cel lenguaje le da nombre a lo que vive y da significado a lo que pasa en su interior [\u2026] el sujeto emerge del lenguaje [\u2026] el sujeto es hablado y narrado por el otro\u201d\u00a0 (Canal 22, 2017). En ese sentido, sirva aquella reflexi\u00f3n para afirmar que todo aquello que no podemos nombrar, que es extra\u00f1o a nuestro vocabulario, es imposible de aprehender.<\/span><\/p>\n